sábado, 27 de agosto de 2011

Cuando un león llama a tu puerta.

Estoy algo asustado, estoy algo turbado, estoy algo mareado, es insólito, es catastrófico, es repentino, es oportuno.

He cuidado de esta oscuridad durante tanto tiempo, ha sido una relación simbionte, he ofrecido hospedaje y alimento, y la oscuridad protección, vigilancia, fuerza, voluntad. Y ahora la oscuridad se está apartando, mi inquilino está siendo desahuciado.

Se vive realmente bien siendo un monstruo, una anomalía física con repercusiones psicológicas con consecuencias devastadoras para el propio reconocimiento de uno mismo como humano.

Pero la luz, la luz a veces se abre camino. Y es que aunque viviendo rodeado de luz, empujado desde el interior por la luz, parece que en lo más profundo es tan solo una tapadera para la oscuridad alimentada por el propio instinto de supervivencia dentro de esta jungla tan social.

Permitirá el pragmatismo dejar un lugar para esa luz tan inesperada, no lo sé, tan solo me lo pregunto. Será posible decir de nuevo "te quiero", no lo sé, no creo, tan solo me lo pregunto. Se ha despertado el hijo del hombre, se ha dormido el hijo de las circunstancias, no lo sé, quizás lo espero, tan solo me lo pregunto.

Ruge, ruge un león en el asfalto, levantando el polvo del camino y aplastando la hierba del campo. Ruge, ruge un león al Sol. Ruge, ruge un león cantando a la vida, derrumbando un pasado o quizás haciéndole un homenaje, no lo sé, no busco saberlo, ni siquiera me lo pregunto.

martes, 2 de agosto de 2011

El Karma sabe lo que hace.

¿Que si soy feliz? Bueno, yo me digo eso al menos. Eres feliz ¿Pero lo soy? He conseguido todo lo que quería, estoy en esa montaña rodeado de árboles y lobos que no quieren hacerme daño, los he amaestrado. Estoy en esa montaña y solo puedo pensar en los acantilados, solo puedo pensar en los rincones oscuros de una cueva inexplorada morada de un oso recién levantado.

Estoy asustado, es cierto, en ocasiones, soy un ciervo y esos lobos olvidan sus modales. Ocurre algo y no me da por esquivarlo, quizás pasados algunos segundos pienso en rodearlo pero de momento me choco sin remedio como un viejo árbol seco que se reencuentra con el suelo. Ocurre algo, y me da por cambiar de acera, de conversación, ocurres tú o tan solo soy yo olvidándote, o más bien olvidándome, tan solo soy yo refugiándome en este nuevo yo, en ese bosque tan bien cuidado.

¿Puedo ser feliz sabiendo que debo ser feliz? Aullan los lobos... Sí, claro que soy feliz. Quedan restos de odio lo sé. Pero es que el odio es tan nuestro, como el amor. Me quedan las ganas de que el odio se vaya, me queda estar cansado y me queda la certeza de que el odio es lo único que impide la desaparición por completo, la debastación del recuerdo de aquello que es odiado.

¿Que si soy feliz? Ya me lo he creído así que de nuevo sí.