Internet es una manera objetiva de conocer a alguien sin preámbulos. Esta sería una bonita definición, bueno al menos una agradable definición para alguien como yo, amante de las definiciones, y de la lógica fría, además de bastante pragmático.
Quiero un trabajo así para mí, busco la medicina como un sabueso después de haber olido el pantalón sucio de un fugado, quiero ese bisturí frío, quiero que la gente se calle bajo una mascarilla y meterme hasta el fondo de sus entrañas, rodeado de sangre hasta las los codos entrelazando la vida de una persona entre mis dedos como los cordones de unas zapatillas. Quiero todos esos libros en mi mente, toda esa sabiduría compactada en miles de reacciones químicas encadenadas, catabolizadas por esos queridos enzimas e infantiles despolarizaciones de la membrana. A veces me siento como un actor o un personaje oscuro de libro con sonrisa delicada.
No creo que sea un buen perfil. Quizás para un psociópata suponga la entrada al cielo del control y la buena vida, pero a la hora de conocer a alguien, esta forma de ser es al mismo tiempo un imán y un repelente de mosquitos, solo los mosquitos modificados genéticamente para aguantarme consiguen evolucionar hasta la categoría de "se acabará perdiendo en mi retorcida e implacable búsqueda" o como yo los llamo, "mis preferiti", los mejores entre todos pero que en las votaciones nunca acaban por ser elegidos. Sin embargo me encanta utilizar la red para tenerlos a todos cerca, es un continuo rechazo y aceptación de oportunidades.
Estas relaciones también están llenas de miedo, miedo a entregar lo que en realidad no existe o mostrar aquello que no soy capaz ni de ver en el espejo, miedo a que me pidan lo que no estoy dispuesto a dar, miedo a ser incapaz de dar lo que quiero regalar. Entrelazado con el miedo como en cualquier otra situación existe un pequeño atisvo de esperanza, esperanza a saber ver más hayá de lo que te quieren mostrar, para encariñarte de a lo que primera vista aborreces o para ser capaz de aborrecer lo que en un primer momento parecía atraerte. Y bueno, después de todo esto nos queda un pequeño elemento más, la fe, que para ser todo lo opuesto al resto de los elementos que me conforman, ocupa varias vértebras del eje central de mi alma. Fe, en que puedo confiar en el sujeto al otro lado de los pixeles, fe en que por el pequeño instante que deje de ser el chico analítico no seré golpeado violentamente contra la realidad.
Me declaro fan de mi conducta individual y social, al tiempo que me flagelo constantemente, incluso cuando mi espalda está en carne viva por mi puñetero modus operandi de psicópata racional que intenta alejarse de emociones que trata de diseccionar para estudiar en pequeñas dosis tratando de que no sean dañinas pero que siempe acaban mezclándose con una química intracorporia excesivamente inestable.
Esta ha sido una pequeña retrospectiva de mi mismo con la excusa de las relaciones vía red. Y es en este punto que econtramos uno de los principales problemas de leer al Hombre Laberinto, nunca sabes cuando acaba el medio y cuando empieza el fin.