Un viaje al fondo del corazón

Media tarde, dos jóvenes sentados en un banco, no es necesario recordar donde exactamente, pero sí decir que hacía frío, y sentados en mitad de ninguna parte, en un asiento frío, con el suelo adoquinado bajo sus pies, no debía de ser el mejor sitio para dos jóvenes despreocupados de la vida. Desde el banco de enfrente y al resguardo del periódico y la constante vigilancia de mi fiel amigo canino, obserbé la escena sin otra preocupación que atender al desvestir de los árboles en otoño. ¿Cuánto llevarán ya? ¿Media hora? Media hora en la que sólo se han dedicado a estar callados, tensos, e imagino en un continuo caudal de información primaria a través de temblores, suspiros, ademanes y miradas al infinito.

Cambio a la sección de economía, no quiero que piensen que soy un pervertido o un fisgón, claro que no estoy seguro de que ni siquiera hayan reparado en mi presencia. La Chica Inteligente, he decidido llamarla así, su figura es inteligente, su cara es inteligente, es lo que llamaríamos una chicha inteligente, deja que su flequillo juegue con el viento frente sus ojos. Ahora él se levanta y al principio sospecho que con eso acabará con mi pasatiempo ocasional, pero lo único que hace es colocarse el abrigo, eso sí, lo coloca de una manera elegantemente calculada para la expontaneidad. De nuevo se sienta y coje la mano de la Chica Inteligente.

Casi se me cae el períodico, hasta mi amigo peludo ha dado un brinco, y es que como si la hubieran pulsado un interruptor interno con un complejo sistema de seguridad empezó a soltar por la boca todo lo que su mente inteligente llevaba tiempo pensando:

"Le odio. Leodioleodioleodioleodio ¡Ojalá haya una inundación y él y su querida novia mueran lenta y sádicamente! ¡Omejor! Que un iceberg choque contra su piso y mueran como Rose y Leonardo Dicaprio. ¡PERO QUE MUERAN TODOS, QUE NO QUEDE VIVO NI EL PUTO GATO!"

A lo que el Chico Elegante contestó con un silencio intenso, se podría decir que denso.

"Por favor... dime algo"

"¿Algo? ¿Algo? Te mereces mucho más que algo, o más bien, algo más que sufrir por él. Es un imbécil, un idiota, no le puedes hablar de tu novia a una chica que te habla de dulces y chocolate. ¡Está en el manual de cómo no ser un cretino! Pero lo es, él lo es. Lo siento pero te has enamorado de eso, de un cretino, un cerdo, un idiota y un covarde, que si valorara lo que tiene... pero no, no se atreve a dar un paso más y se conforma con soñar con lo que podría llegar a tener. Que le den. Que le den y que le den. Y que se de cuenta de lo que tiene justo cuando lo haya perdido, cuando se de cuenta de que sí, tiene una novia a la que quiere, pero no ama y que los latidos de su corazón suenan como un instrumento que crea una melodía con el tuyo. Y con el de nadie más."

Vaya el Chico Elegante, como me hace esconderme tras el períodico para tapar la sonrisa de orgullo que se dibuja en mis labios, sí orgullo, estúpido e incomprensible orgullo por un joven que parezca conocer desde su niñez y al que acabo de conocer.

"...vaya, gracias"

Es la respuesta de mi Chica Inteligente, ya es mi chica, la he cogido cariño.

"Para eso estamos. ¿Te apetece un helado?"

Última demostración de esa elegante y compleja expontaneidad antes de marcharse y dejarme solo con el periódico del revés y mi fiel amigo de cuatro patas.